La salida de Egipto del pueblo de Israel nos enseña de una manera figurada la manera como Dios nos hizo libres del poder y dominio del adversario el diablo.
“Y cuando el rey de Egipto se enteró de que el pueblo se había escapado, tanto él como sus funcionarios cambiaron de parecer en cuanto a los israelitas y dijeron: «¡Pero qué hemos hecho! ¿Cómo pudimos dejar que se fueran los israelitas y abandonaran su trabajo?» Al momento ordenó el faraón que le prepararan su carro y, echando mano de su ejército, se llevó consigo seiscientos de los mejores carros y todos los demás carros de Egipto, cada uno de ellos bajo el mando de un oficial. El SEÑOR endureció el corazón del faraón, rey de Egipto, para que saliera en persecución de los israelitas, los cuales marchaban con aire triunfal.” (Exo 14:5-8)
En el libro del Éxodo leemos como al momento de dejar la tierra de Egipto las cosas para el pueblo de Israel se empezaron a ver complicadas.
Faraón está decidido a no dejarlos ir, se arrepiente de haberles dado la salida; así que prepara lo mejor de su ejército y sale en busca del pueblo que ha sido liberado.
SE DESATA LA PERSECUCIÓN
Seiscientos carros de guerra egipcios cayeron encima de los israelitas, que se encontraban atrapados entre Egipto y el mar.
Estos carros de guerra llevaban dos personas, uno manejaba y el otro luchaba. Estaban hechos de una cabina de madera o de piel colocada sobre dos ruedas y arrastrada por caballos.
Estos eran los tanques blindados de los tiempos bíblicos. Pero aún su poder no era rival para Dios, que destruyó tanto a los carros como a los soldados.
De igual manera reacciona satanás y sus huestes al ver que alguien es liberado de sus poderes y dominios.
El adversario se dará cuenta que no estamos dispuestos a seguir bajo su yugo de esclavitud; el trabajo para él ha terminado.
SINTIERON MUCHO TEMOR
“El faraón iba acercándose. Cuando los israelitas se fijaron y vieron a los egipcios pisándoles los talones, sintieron mucho miedo y clamaron al SEÑOR.” (Exo 14:10)
En el proceso de nuestra liberación será evidente el temor de volver a enfrentarse a lo que hemos dejado atrás. El enemigo querrá amedrentarnos para que no sigamos avanzando.
El temor nos paraliza, nos estanca; muchas veces impide que sigamos nuestro avance. Será el perfecto amor de Dios el que se encargue de echar fuera el temor.
Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!» (Rom 8:15)
Ahora tenemos el amor de un Padre bueno; que sabe suplir, proteger, sanar y restaurar en cualquiera que sea nuestra situación.
Es nuestro deber enfrentar nuestros temores, para que el apuro sirva únicamente de catapulta a nuestra oración y a nuestros esfuerzos, y no pueda prevalecer contra nuestra fe y nuestra esperanza.
Persuádase de una vez y para siempre que la voluntad de Dios es que seamos libres de temor. Si permanecemos encerrados en el temor todo se alineará para que acontezcan sus temores.
Lo que más temía, me sobrevino; lo que más me asustaba, me sucedió. (Job 3:25)
LE RECLAMARON A MOISÉS
“Entonces le reclamaron a Moisés: —¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos sacaste de allá para morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros? ¿Para qué nos sacaste de Egipto?” (Exo 14:11)
Al ver y sentir la persecución el pueblo empezó a lamentarse, pensaban que era mejor regresar y morir en la tierra de esclavitud.
Cuando el calor de la prueba llega a nuestra vida empezamos a dejar de fructificar, empezamos a pensar negativamente. La batalla se traslada al campo de la mente.
Los pensamientos de derrota invaden nuestra mente a tal punto de pensar en lo peor. Es el momento de renovar nuestros pensamientos, cambiar la manera de pensar.
Es necesario llenar nuestros pensamientos con las promesas de Dios. Será necesario refugiarse en su presencia, leer su Palabra y meditar en ella.
LA BATALLA ES DEL SEÑOR
“Ustedes quédense quietos, que el SEÑOR presentará batalla por ustedes.” (Exo 14:14)
Nuestra confianza en Dios debe ser completa; debemos estar seguros que es Él quien pelea cada una de nuestras batallas.
La mejor señal de que Dios peleará nuestras batallas es que tenemos la certeza que fue Él quien nos metió a superar ese obstáculo.
EL SEÑOR SE CUBRIRÁ DE GLORIA
“Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, para que los persigan. ¡Voy a cubrirme de gloria a costa del faraón y de su ejército, y de sus carros y jinetes!” (Exo 14:17)
Los planes del Señor son perfectos, si la situación se agrava y en lo natural se ve más difícil es porque Dios quiere glorificarse, mostrar su poder y que su nombre sea honrado.
Su poder se perfecciona en nuestra debilidad; Él es el único merecedor de alabanza y honor. El vencerá sobre nuestro enemigo, y su nombre será glorificado en todo lugar.
EL SEÑOR RETROCEDIÓ
“Entonces el ángel de Dios, que iba delante del campamento de Israel, se trasladó e iba detrás de ellos. Asimismo, la columna de nube que iba delante de ellos se trasladó y se puso detrás de ellos,” (Exo 14:19)
Esta es seguramente la parte más importante en el proceso de nuestra libertad; el ángel de Dios y la columna de nube se trasladaron a la parte de atrás de ellos.
Ahora El Señor camina en medio del ejército egipcio y el pueblo de Dios, de tal manera que cuando Israel volteaba a ver hacia atrás lo que miraba era al ángel de Dios rodeado por la columna de nube.
Dios no quiere que pongamos nuestra mirada en las cosas de antes, que no le pongamos más importancia a nuestros enemigos del pasado. Cómo decía el apóstol Pablo: una cosa hago me olvido de lo que está atrás.
Jesús ocupó nuestro lugar; él se puso en lugar de nosotros, se hizo pecado para que nosotros no tuvieras culpa, él cargó con nuestras rebeliones y transgreciones.
De esa manera Dios no hizo libres de toda condenación, nos libró de la muerte eterna y ahora nos ha dado una nueva vida. Ahora consiste en poner nuestra mirada en lo que está por delante.
Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. (Fil 3:13-14)
DIOS NOS HIZO LIBRES
“Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el SEÑOR hizo que este se retirara con un fuerte viento del oriente que sopló toda aquella noche e hizo que el mar se secara, quedando las aguas divididas. Y los hijos de Israel entraron en medio del mar en seco, teniendo las aguas como muro a su derecha y a su izquierda.” (Exo 14:21-22)
Pronto se abrirá un nuevo camino, el camino de la libertad. Aunque parezca imposible que exista una nueva oportunidad o posibilidad Dios hará algo nuevo.
Es el tiempo de movilizarse y avanzar; dejemos de ver para atrás y veamos la mano poderosa de Dios obrando en nuestro favor.
Cualquier impedimento u obstáculo que se interponga en nuestra libertad no podrá resistir el poder de Dios.
Pongamos nuestra mirada en el autor y consumador de nuestra fe; y las mismas puertas que se abren para nuestra libertad serán cerradas enfrente del enemigo.
“Así libró el SEÑOR aquel día a Israel de mano de los egipcios. Israel vio a los egipcios muertos a la orilla del mar. Cuando Israel vio la gran hazaña que el SEÑOR había realizado contra los egipcios, el pueblo temió al SEÑOR, y creyó en él y en su siervo Moisés.” (Exo 14:30-31)
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