Fuimos rescatados de la vida vana y sin sentido transmitida por nuestros padres, ancestros y antepasados, la sangre de Cristo fue el precio del rescate.

“Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto.” (1Pe 1:18-19, NVI)

Al pagar el precio del rescate nos constituyó como su pueblo y no solamente eso, también nos rescató para purificarnos de nuestros pecados.

“Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien.” (Tit 2:14, NVI)

Ahora nosotros somos su pueblo elegido, apartado y consagrado para hacer el bien.

De nuestros ancestros heredamos los rasgos físicos, temperamento, modismos, etc.

También heredamos muchas de las costumbres, hábitos, modales, complejos, y virtudes, todo esto nos lleva a desarrollar un patrón de vida y comportamiento.

En el caso del joven Timoteo, incluso la fe en el Señor fue heredada por parte de su abuela y de su madre.

“Recuerdo tu fe sincera. Así eran tu abuela Loide y tu madre, Eunice, y estoy convencido de que la recibiste de ellas.” (2Ti 1:5, BL95)

LIBRES DE ATADURAS.

Los padres transmiten a sus hijos sus genes, o más bien el complejo de sus genes, el genoma. Luego depende del desarrollo de los niños activar o desactivar este o aquel gen en una u otra circunstancia.

Es verdad que heredamos un patrimonio genético de nuestros padres que nos condiciona en determinados aspectos pero nuestro estilo de vida y costumbres pueden cambiar las repercusiones de dicha herencia biológica.

A algunos nos ha tocado pagar las consecuencias de las iniquidades de nuestros antepasados.

Pero ahora entendemos que podemos cambiar esas repercusiones, renovando nuestra forma de pensar y sobre todo con la dirección del Espíritu Santo.

Espiritualmente se dieron derechos legales al no cortar con ese tipo de herencias.

EL ACREEDOR.

“Y una mujer de las mujeres de los hijos de los profetas clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo, mi marido, ha muerto, y tú sabes que tu siervo temía al SEÑOR; y ha venido el acreedor a tomar a mis dos hijos para esclavos suyos.” (2Re 4:1, LBLA)

Este profeta, temeroso de Dios y padre de familia había muerto dejando endeudados a la esposa y a los hijos.

La deuda era tan significativa que el acreedor podía tomar a los hijos como esclavos.

El personaje central de este pasaje es el acreedor. Puede llamársele también extorsionador o usurero.

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Por estatuto de la ley, un acreedor tenía derecho a reclamar la persona y los hijos del deudor insolvente, y obligar a servirle como esclavos hasta que el año de jubileo les diera la libertad.

Era hasta el año del jubileo, cada 50 años que todos eran puestos en libertad.

“El año cincuenta será declarado santo, y se proclamará en el país la liberación de todos sus habitantes. Será para ustedes un jubileo, y cada uno volverá a su heredad familiar y a su propio clan.” (Lev 25:10, NVI)

También había leyes para los acreedores, toda deuda podía ser redimida cada 7 años.

“Así se hará la remisión: todo acreedor hará remisión de lo que haya prestado a su prójimo; no lo exigirá de su prójimo ni de su hermano, porque se ha proclamado la remisión del SEÑOR.” (Deu 15:2, LBLA)

QUÉ TIENES EN CASA

Eliseo preguntó, ¿qué tienes en casa? A lo que la viuda respondió: solo un poco de aceite.

Gracias a Dios que en casa tenemos ese poco de aceite, la unción del Señor, la presencia del Espíritu Santo.

Hoy esa unción puede romper los yugos de esclavitud y hacer libres a nuestro hijos de los acreedores.

La unción pudre yugos, toda carga impuesta por el enemigo es quitada.

“Sucederá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu hombro y su yugo de tu cuello. El yugo será destruido a causa de tu unción.” (Isa 10:27, RVA2015)

EL PRECIO DEL RESCATE.

Adquirimos deudas, cuentas pendientes con el acreedor; esto está provocando querer volvernos esclavos.

Las deudas adquiridas por nuestros antepasados están buscando esclavizarnos.

Pero toda deuda ya fue pagada en la cruz del Calvario.

El precio del rescate fue la sangre de Jesús. Eres libre del acreedor.

“y anular la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz. Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal.” (Col 2:14-15, NVI)

Con su muerte en la cruz, Él quitó y anuló la deuda adquirida, y así como se cancela un escrito de deuda cuando pegada, lo clavó en la cruz y lo canceló.

Ahora somos libres, toda acusación, señalamiento y deuda adquirida ancestralmente fue cancelada.


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