De alguna manera todos creemos y esperamos las bendiciones y en las recompensas de Dios. Sabemos que Él sabe recompensar toda buena obra y es justo remunerador de los que le buscan.

Sin duda nuestro Dios se complace en bendecir a sus hijos, se deleita en dar recompensas a todo aquel que le cree y obedece su palabra.

Las bendiciones de Dios también se interpretan como las recompensas que se obtienen al realizar actos de justicia y toda clase de obras que glorifiquen su nombre.

No buscamos las recompensas, anhelamos adorar a Dios y honrarle cumpliendo sus ordenanzas y principios los cuales nos hacen ser acreedores de sus múltiples bendiciones.

Acciones De Justicia

“Había entonces en la ciudad de Jope cierta discípula cuyo nombre era Tabita. Ésta era rica en buenas obras y en acciones de justicia que realizaba, y en aquellos días se enfermó, y murió, y la lavaron y la colocaron en un aposento alto.” (Hch 9:36-37)

El libro de los Hechos nos relata la breve historia de una “cierta” discípula cuyo nombre era Tabita. Algunas traducciones dicen que ella pasaba su vida haciendo obras de justicia y ayudando a los necesitados.

Súbitamente Tabita enfermó y perdió la vida. Esto podría verse como una “injusticia” divina, pues el sustento de muchas personas estaba muriendo juntamente con ella. Pero el plan divino era mucho más grande que la agraviante situación que estaban atravesando.

Dios tenía un plan maravilloso para Tabita y para la ciudad de Jope, que su significado es “belleza”.

La Respuesta de Dios

No lejos de esa localidad se estaba alojando el apóstol Pedro, e inmediatamente enviaron a dos hombres a buscarlo. La respuesta de Dios estaba en camino, Pedro subió al aposento alto en donde habían colocado el cuerpo muerto de Tabita. No fue casualidad que Pedro estuviera cerca de la localidad de Jope, Dios había preparado la respuesta a la discípula que había pasado su vida haciendo obras de generosidad.

Las recompensas de Dios se manifiestan cuando una persona ha pasado su vida velando por la necesidad de los demás. Dios no se queda con nada, la Biblia dice que Él recuerda cada una de nuestras ofrendas. Nuestro Dios responde al llamado en medio de cualquier adversidad, el Señor envía ayuda desde su templo.

“Que el SEÑOR responda a tu llamado cuando estés en problemas. Que el Dios de Jacob te proteja. Que Dios te envíe ayuda desde su templo santo. Que sostenga desde el monte Sion. Que recuerde todas tus ofrendas y acepte todos tus sacrificios.” (Sal 20:1-3)

Un Mandato de Dios

Existe una orden de Dios que establece la ayuda a todo necesitado, se conoce como ; la cual se tiene el convencimiento de ser una de las acciones humanas capaces de revertir los decretos divinos.

Si bien el término Tzedaká es usualmente traducido como “caridad”, la raíz de esta palabra hebrea la conecta con el término justicia o rectitud (tzedek). El capítulo 19 de Levítico establece que:

“Cuando sieguen la mies de su tierra, no segarás hasta el último rincón de tu campo ni recogerás las espigas en tu campo segado. Tampoco rebuscarás tu viña ni recogerás las uvas caídas de tu viña. Las dejarás para el pobre y para el extranjero. Yo, el SEÑOR, su Dios.” (Lev 19:9-10)

Este precepto era una protección para el pobre y el extranjero y un recordatorio de que la tierra pertenecía a Dios; las personas sólo la cuidaban. Leyes como estas mostraban la generosidad y liberalidad de Dios.

Como pueblo de Dios, los israelitas tenían que reflejar su naturaleza y características en sus actitudes y acciones.

Dios Ama La Generosidad

Dios instruyó a su pueblo para que proveyeran para los necesitados. Les exigió que dejaran los bordes de sus campos sin cosechar, para proporcionar comida a los viajeros y a los pobres. Es muy fácil ignorar al pobre u olvidar a aquellos que tienen menos que nosotros, pero Dios ama la generosidad.

“El generoso prosperará; el que ayuda será ayudado.” (Pro 11:25)

Seguramente un factor fundamental que genera prosperidad es ser generoso; no con la intensión de buscar ser prospero o por recibir algo a cambio, sino por la generosidad del corazón de darle a los mas necesitados.

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El mundo dice que se guarde todo lo posible, pero Dios bendice a los que dan con liberalidad de sus posesiones, tiempo y energías.

Cuando damos, Dios nos suple cada vez más para que demos más. También, dar nos ayuda a obtener una buena perspectiva de nuestras posesiones. Para comenzar, nos damos cuenta de que nunca fueron realmente nuestras, sino que Dios nos las dio a fin de utilizarlas en ayudar a otros.

¿Qué obtenemos entonces al dar a otros? Libertad de la esclavitud de nuestras posesiones, el gozo de ayudar a los demás y la aprobación de Dios.

“Hay quienes dan con generosidad y reciben más de lo que dan; pero hay quienes son tacaños y terminan en la pobreza.” (Pro 11:24)

La Recompensa De Dios

“Ayudar al pobre es hacerle un préstamo al SEÑOR; Dios mismo te recompensará.” (Pro 19:17)

La recompensa es de Dios cuando velamos por los necesitados. Tabita recibió su recompensa, ella durante su vida había ayudado a muchas personas con buenas obras y actos de bondad. Las viudas rodearon a Pedro mostrando parte de las obras que ella había hecho con ellas. Fue una especie de recordatorio de todo lo que Tabita había hecho.

Dios la resucitó! fue levantada de su lecho de muerte. Cuando alguien es generoso y provee a los más necesitados se manifiestan las recompensas de Dios, incluso lo que se murió puede cobrar vida. Todo lo muerto puede resucitar como recompensa de Dios.

El Señor alargó los días de Tabita, la discípula generosa. Muchos vieron esto y creyeron en el Señor Jesús. No solamente la resucitó, el Señor usó su testimonio para que muchos se volvieran a Jesús. Que mayor recompensa que nuestro Señor use nuestra vida como testimonio para que otros crean en Él.

Dios No Es Injusto

Pero Dios jamás es injusto. Nunca se olvida ni pasa por alto nuestro trabajo para Él. Tal vez ahora no esté recibiendo recompensas ni reconocimiento, pero Dios sabe sus esfuerzos de amor y servicio.

Permita que el amor de Dios por usted y su íntimo conocimiento de su servicio a Él lo animen mientras afronta decepciones y rechazos en la tierra.

“Un mismo Dios nos formó en el vientre, y tanto a ellos como a mí nos dio la vida. Nunca dejé de socorrer al pobre en su necesidad, ni permití que las viudas pasaran hambre. Nunca comí yo solo mi bocado sin compartirlo con el huérfano. Siempre traté al huérfano como un padre; siempre fui protector de las viudas. Cuando yo veía que alguien moría por falta de ropa, o que un pobre no tenía con qué cubrirse,” (Job 31:15-19)

Job en su tiempo de angustia y crisis recordó el trato que tuvo con los necesitados; ayudo al pobre en su necesidad, cuido de las viudas y huérfanos.

Por un tiempo Job sufrió y pasó un proceso difícil, pero Dios lo prosperó nuevamente y le dio dos veces más de lo que había perdido.

Las recompensas de Dios llegaron a la vida de Job. Dios restituyó todo lo perdido.

El Señor ha prometido por gracia recompensar las buenas obras de su pueblo. Es su promesa, no nuestros méritos, lo que haría que fuese injusto si no recompensara las obras de su pueblo.

“Dios no es injusto para olvidarse de todo el trabajo que han hecho y recordará que ustedes le han demostrado su amor ayudando al pueblo de Dios y que continúan haciéndolo.” (Heb 6:10)

Por todo lo que has hecho, que Dios te lo pague, fueron las palabras de Booz a Rut, la mujer moabita que llegó a sus campos a recoger la ayuda para los pobres. Que nuestro Dios recompense toda obra, cada semilla produzca abundante cosecha.

Recuerde Dios da semilla al sembrador y pan al que come. Todo lo que se hace por los demás regresa a nuestra vida como recompensas de Dios.

“¡Que Dios te lo pague! ¡Que el Señor y Dios de Israel, en quien has buscado amparo, te premie por todo lo que has hecho!” (Rut 2:12).


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