¿Por Qué Dudaste?

La Biblia nos asegura que sin fe es imposible agradar a Dios. No hay manera de agradar al Señor si no tenemos fe.

La fe sitúa a Dios en el lugar que le corresponde; al igual que al hombre en total dependencia de Él.

“En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan.” (Heb 11:6, NVI)

Por lo tanto la duda, incredulidad o la falta de fe, es la condición adecuada para no agradar al Señor.

Las promesas se obtienen agradando a Dios primero.

Josué y Caleb lo certificaron cuando dieron su reporte a Moisés y al pueblo.

Si el Señor se agrada de nosotros, nos hará entrar en ella. ¡Nos va a dar una tierra donde abundan la leche y la miel! Así que no se rebelen contra el Señor ni tengan miedo de la gente que habita en esa tierra. ¡Ya son pan comido! No tienen quién los proteja, porque el Señor está de parte nuestra. Así que, ¡no les tengan miedo! (Num 14:8-9 NVI)

Los pasos del hombre son afirmados cuando su forma de vivir agrada a Dios.

“El SEÑOR afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir;” (Sal 37:23, NVI)

Nuestro caminar es guiado por el Señor cuando lo agradamos con nuestra vida.

Si nuestra vida no ha tomado un rumbo estable y afirmado, necesitamos analizar nuestro comportamiento.

La recompensa de agradar a Dios es muy grande.

Esta recompensa incluye la sabiduría, entendimiento, la inteligencia o conocimiento y el gozo o la alegría.

“En realidad, Dios da sabiduría, conocimientos y alegría a quien es de su agrado; en cambio, al pecador le impone la tarea de acumular más y más, para luego dárselo todo a quien es de su agrado. Y también esto es absurdo; ¡es correr tras el viento!” (Ecc 2:26, NVI)

Disfrute lo que tiene, sea agradecido con lo que Dios le ha permitido alcanzar, busque agradar a Dios en todo tiempo y alguien más acumulará para usted.

“El hombre de bien deja herencia a sus nietos; las riquezas del pecador se quedan para los justos.” (Pro 13:22, NVI)

Nosotros tenemos la oportunidad de agradar a Dios por medio de nuestra fe en Él.

Encontramos personas que están buscando agradarse a ellos mismos antes que agradar a Dios.

CUANDO EL VIENTO ES CONTRARIO.

“En seguida Jesús hizo que los discípulos subieran a la barca y se le adelantaran al otro lado mientras él despedía a la multitud. Después de despedir a la gente, subió a la montaña para orar a solas. Al anochecer, estaba allí él solo, y la barca ya estaba bastante lejos de la tierra, zarandeada por las olas, porque el viento le era contrario.” (Mat 14:22-24, NVI)

El Señor comisionó a sus discípulos a cruzar al otro lado del mar.

El viento era contrario y las olas azotaban la embarcación.

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La vida muchas veces nos enfrenta a situaciones donde también somos azotados por las olas de la adversidad y la crisis.

En medio de esas circunstancias es cuando nuestra fe es puesta a prueba.

“En la madrugada, Jesús se acercó a ellos caminando sobre el lago. Cuando los discípulos lo vieron caminando sobre el agua, quedaron aterrados. —¡Es un fantasma! —gritaron de miedo. Pero Jesús les dijo en seguida: —¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo.” (Mat 14:25-27, NVI)

En la peor tormenta de nuestra vida fue cuando Jesús se acercó a nosotros.

Demostrando que Él domina cualquier circunstancia de nuestra vida. Él es capaz de poner bajo sus pies la peor tormenta de nuestra vida.

Los discípulos se llenaron de temor y empezaron a gritar.

“—Señor, si eres tú —respondió Pedro—, mándame que vaya a ti sobre el agua. —Ven —dijo Jesús. Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús. Pero al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: —¡Señor, sálvame!” (Mat 14:28-30, NVI)

Pedro sintió la fuerza del viento, él vio lo fuerte de las olas y entonces sintió miedo. La duda inundó primero su corazón.

Nuestra mirada debe de estar siempre en Jesús, autor y consumador de nuestra fe. En Él comienza y termina nuestra fe.

Jesús es quien perfecciona nuestra fe.

Pedro al sentir el viento fuerte y poner su mirada en las olas volvió a tener miedo y comenzó a hundirse.

Cuando apartamos la mirada de Jesús y lo ponemos en las circunstancias que agitan nuestra vida empezamos a hundirnos.

Muchos de nosotros estamos hundidos en las circunstancias que Jesús ha dominado.

La pregunta de Jesús fue: ¿Por qué dudaste?

Es la misma pregunta que hoy Él nos hace nuevamente, cual es la razón de nuestras dudas, de nuestros temores y afanes.

Pusimos la mirada en la crisis económica actual, tuvimos miedo y nos empezamos a hundir.

Sentimos la fuerza del diagnóstico médico, tuvimos miedo y nos hundimos.

Nos enfocamos en el afán, las preocupaciones y lo difícil de la circunstancias y nos empezamos a hundir.

Por qué desviaste tu mirada de Jesús; dejamos de ver a Jesús y su promesa de hacernos caminar sobre las aguas agitadas.

¿Por qué dudaste?

Hoy es día de volver nuestra mirada a Cristo.

Deja de enfocarte en las circunstancias; eso solo te está hundiendo.

Enfócate en toda promesa dada a tu vida.

Deja que Jesús te tome de la mano y te lleve de regreso a la barca caminando.

“Y los que estaban en la barca lo adoraron diciendo: —Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.” (Mat 14:33, NVI)

Cuando alguien regresa caminando a la barca los vientos se calman y se desata un movimiento de adoración intenso.


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