Es crucial que nuestros corazones estén verdaderamente preparados para lidiar con los tiempos peligrosos que estamos viviendo.
El apóstol Pablo escribió a su hijo amado Timoteo:
“Debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural… aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” (2 Timoteo 3:1-5).
Pablo está hablando de supuestos creyentes dedicados, pero los describe indicando que sólo tienen la apariencia de ser piadosos. Aparentarán ser religiosos, pero su conducta desmentirá sus apariencias.
Amadores de sí mismos
La principal característica de estos tiempos difíciles será una vida centrada en el yo. El adjetivo que se usa es fílautos, que quiere decir amador de uno mismo.
El amor del yo es el pecado básico del que fluyen todos los demás. En el momento en que una persona pone su propia voluntad en el centro de su vida, las relaciones divinas y humanas se destruyen, y se hacen imposibles la obediencia a Dios y la solidaridad con las personas.
La esencia del cristianismo no consiste en la entronización, sino la rendición del yo.
Cuando el apóstol Pablo dijo en el primer versículo que vendrían tiempos peligrosos en los últimos días, él deja en claro que el cristianismo “superficial” no será sostenible.
Los tiempos difíciles revelan la condición de nuestros corazones y Dios quiere que seamos llenos del poder del Espíritu Santo.
Si queremos ver el poder del Espíritu Santo fluir abundantemente en nuestra vida, determinemos en nuestro corazón buscar a Dios con intensidad y a seguirlo con total dedicación y entrega. Para eso es necesario poner en práctica la Palabra que escuchamos.
Muriendo Al Yo
Pablo estaba totalmente seguro de una cosa; de que Jesucristo había hecho por él lo que él nunca podría haber hecho por sí mismo.
“Mi antiguo yo ha sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Así que vivo en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gal 2:20 NTV)
Conceptos como la autoestima, el amor propio, el tener una imagen positiva de uno mismo, la autosatisfacción, son vistos por muchos cristianos como la principal y mayor meta a alcanzar.
Negarse A Uno Mismo
Con frecuencia se olvida la enseñanza del Señor Jesucristo en cuanto a negarse a uno mismo y tomar la cruz.
“Luego Jesús dijo a sus discípulos: «Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su manera egoísta de vivir, tomar su cruz y seguirme.” (Mat 16:24)
Como las exhortaciones a los Filipenses a no hacer nada por vanagloria, sino que con humildad considerar al otro como superior a uno mismo.
“No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes. No se ocupen sólo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás.” (Fil 2:3-4)
Tiempos Peligrosos
La gravedad de estos tiempos peligrosos consiste en que el amor egoísta por uno mismo siempre hará disminuir nuestro amor por Dios y por el prójimo.
Será muy frecuente volver a vivir la parábola del buen samaritano, en donde los religiosos únicamente verán de lejos a los necesitados y seguirán su propio camino.
Pidamos a Dios mantener la vocación de nuestro llamado; poniendo al servicio de los demás nuestros talentos y dones. A dar la milla extra por los necesitados, dejando a un lado el egoísmo y la vana gloria. A ser compasivos como Dios lo es con nosotros. Mostrando en todo tiempo su amor por los demás.
“Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros. El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos».” (Jua 13:34-35)
El Señor no murió por nosotros para vivir a nuestro placer. Murió para que desde ahora en adelante Él pudiese vivir Su vida en nosotros.
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