El profeta Joel proclamó un grito de guerra para el pueblo del Señor; ahora debían de prepararse para la batalla y convertir los utensilios de labranza en armas de guerra y confesar: diga el débil fuerte soy.

“Forjad espadas de vuestras rejas de arado y lanzas de vuestras podaderas; diga el débil: Fuerte soy.” (Joe 3:10)

El apóstol Pablo encontró que en sus debilidades era cuando en realidad era fuerte, cuando se encontraba en situaciones en las cuales ya no podía hacer nada por sus propias fuerzas, era cuando el Señor obraba a su favor.

En realidad en su vida pudo experimentar el verso del profeta Joel, diga el débil fuerte soy.

“También me alegro de las debilidades, insultos, penas y persecuciones que sufro por Cristo, porque cuando me siento débil, es cuando en realidad soy fuerte.” (2Co 12:10)

La gloria del Evangelio consiste en que en nuestra debilidad podemos encontrar las mayores y sorprendentes victorias. Su maravillosa gracia nos bastaría; porque cuando llegamos al fondo de nuestra indefensión o falta de recursos de defensa es cuando se le permite a Dios la oportunidad de intervenir.

Muchas veces Dios va a intervenir hasta cuando ve que por nuestras propias fuerzas no podemos hacer nada, mientras buscamos hacerlo por nuestras propias capacidades, virtudes o fortalezas, Él no va a intervenir.

“Entonces me explicó diciendo: Esta es la palabra del SEÑOR para Zorobabel: “No con ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos.” (Zac 4:6)

Comprender y reconocer que no se trata de cuán fuerte puede ser “nuestro ejército” o cuánta fuerza podamos tener para enfrentar la situaciones representa tener la batalla ganada.

NO SE MENOSPRECIE

Las batallas en el Señor se ganan reconociendo que solo a través de Él podemos obtener la victoria. No significa que nos desvalorizamos o hagamos de menos, tampoco que menospreciemos nuestras virtudes o capacidades; sino reconocer que la victoria es de Dios.

Al reconocer la tierra prometida unos líderes se menospreciaron y desvalorizaron viéndose como simples langostas delante del enemigo.

Delante del enemigo no debemos doblegarnos, ni humillarnos, al contrario, debemos demostrarle que nuestro Señor es quien pelea por nosotros.

“¡Hasta vimos anaquitas! Comparados con ellos, parecíamos langostas, y así nos veían ellos a nosotros.” (Num 13:33)

FALTA DE FE

Quizá nuestra limitación más importante es nuestra falta de fe. La verdadera fe no es un optimismo irrealista. La fe reconoce que hay problemas, pero nos impulsa a verlos desde la perspectiva de Dios.

Dios nunca ha negado la presencia de enemigos y desafíos reales; sólo nos anima a mirarle a Él, y no a nuestras limitaciones.

Nos anima a confiar en sus promesas y su poder en vez de en nosotros mismos.

¡Subamos y tomemos la tierra en posesión, pues nosotros, con la ayuda de Dios, podremos más que ellos!

DIGA EL DÉBIL FUERTE SOY

“Pero el Señor será un escudo para los habitantes de Jerusalén. Hasta el más débil se volverá tan fuerte como David. Los miembros de la familia de David serán como dioses, como el ángel del Señor que guía al pueblo.” (Zac 12:8)

El que es débil (literalmente, el que tropieza) entre ellos … será como David. Dios dotará a los habitantes de Jerusalén con una fuerza y ​​un valor maravillosos, de modo que el más débil de ellos sea un héroe como David, que mató al león y al oso y venció al gigante.

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Los de la casa de David serán como dioses, las familias de la fe serán dotados de un poder sobrenatural, poder de lo alto. Esa fue la promesa del Señor para sus discípulos. Él enviaría al Espíritu Santo para que fueran llenos de su poder.

“Ahora voy a enviarles lo que ha prometido mi Padre; pero ustedes quédense en la ciudad hasta que sean revestidos del poder de lo alto.” (Luc 24:49)

El Espíritu Santo no es el recurso de la iglesia para su misión. Al contrario, la iglesia es el recurso del Espíritu Santo para la misión de Dios en este mundo hoy.

Como el ángel del Señor delante de ellos, que guió a los israelitas en todas sus jornadas. Vemos en esta descripción un indicio de la gracia y dones otorgados a cada miembro fiel de la Iglesia de Cristo.

Los Débiles Se Hicieron Fuertes

La carta a los Hebreos dice que los débiles se hicieron fuertes y llegaron a ser poderosos; posiblemente hoy usted esté pasando por un momento de debilidad, aférrese al Señor, permita que el poder de lo alto lo cubra y se vuelva un poderoso en la fe.

Apagaron grandes incendios y se salvaron de morir a espada. Por la fe, los débiles se hicieron fuertes, llegaron a ser poderosos y derrotaron ejércitos. (Heb 11:34)

Nuestro Señor Jesucristo fue crucificado en debilidad; Él se hizo débil para que nosotros seamos fuertes.

“Es cierto que fue crucificado en debilidad, pero ahora vive por el poder de Dios. De igual manera, nosotros participamos de su debilidad, pero por el poder de Dios viviremos con Cristo para ustedes.” (2Co 13:4)

Nuestro Señor fue crucificado en debilidad, y vive por el poder de Dios. Así que sus seguidores son débiles en sí mismos, pero el Señor manifiesta Su poder por medio de ellos.

Poder De Lo Alto

El Espíritu no quita la debilidad, sino que nos ayuda en nuestra debilidad. Click To Tweet

 

Cuando estamos débiles el Espíritu Santo acude en nuestra ayuda; Él es quien conoce nuestro corazón y jamás nos abandonará.

Él nos ayuda en nuestra debilidad. Nuestra debilidad es general; abarca todos los aspectos de nuestra vida. Los creyentes no somos gigantes espirituales como quisiéramos ser, y sin la ayuda del Espíritu estamos en grandes problemas.

El Espíritu no quita la debilidad, sino que nos ayuda en nuestra debilidad.

Al decir que nos ayuda, Pablo reconoce que él también participa de esta realidad de la debilidad del cristiano y, por lo tanto, necesita la ayuda del Espíritu Santo.

¿Cuán débil o indefenso se siente delante de la adversidad, cuan cansado está el día de hoy?

Busquemos ser revestidos del poder de lo alto. Anhelemos ser llenos del Espíritu Santo y que su poder se perfeccione en nuestra debilidad. Diga el débil fuerte soy.


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