Una de las muchas recomendaciones del apóstol Pablo a la iglesia de Corinto es la de permanecer firmes y constantes en la obra de Dios, pues nada de lo que se hace para el Señor es en vano.

​​“Por eso, amados hermanos míos, estén firmes y constantes; trabajen siempre para la obra del Señor, conscientes de que nada de lo que hagamos para el Señor será en vano.” (1Co 15:58)

Por pequeño que pueda verse nuestro trabajo en el Señor, para Él es importante.

También nosotros constantemente debemos tener presente esta palabra, pues habrán situaciones y circunstancias que nos pueden hacer mover de esa firmeza y constancia.

Las diferentes circunstancias de la vida, pruebas y ataques incesantes del enemigo buscarán afectar nuestra firmeza en la obra del Señor.

Todo aquel que trabaja en la obra del Señor se enfrenta a muchas adversidades, el enemigo también buscará la forma de desanimarnos y frustrarnos. Recordemos las palabras de Jesús: El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.

LAS ARTIMAÑAS DEL ENEMIGO

“Por su parte, la gente de Judá decía: Los cargadores desfallecen, pues son muchos los escombros; ¡no vamos a poder reconstruir esta muralla! Y nuestros enemigos maquinaban: «Les caeremos por sorpresa y los mataremos; así haremos que la obra se suspenda.»” (Neh 4:10-11)

Cuando Nehemías procuraba reconstruir las murallas de la ciudad de Jerusalén, la oposición del enemigo era evidente. Siempre los enemigos buscaron la forma de hacer que la obra se detuviera.

Pero hoy también debemos recordarle al enemigo que la obra que Dios empezó en nosotros la perfeccionará.

El pueblo de Judá se empezó a desanimar, vieron que los escombros eran muchos, pensaban que no iban a poder reconstruir la ciudad y empezaron a sentir temor del enemigo.

Las fuerzas empiezan a faltar cuando dejamos de gozarnos en Dios, lo dice la Biblia:

“Porque el gozo del Señor es mi fuerza.” (Neh 8:10)

Recordemos que en la presencia de Dios hay “plenitud de gozo”; si estamos cayendo en desánimo posiblemente estamos ausentes de la presencia de Dios.

El desánimo llega cuando dejamos de esperar en Dios y ponemos nuestra esperanza en otras cosas, escrito está:

“Los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas.”(Isa 40:31)

ENFOCADOS EN LA VISION

Cuando nos desenfocamos en lugar de ver la edificación empezamos a ver los “escombros”, lo que está mal, los errores, los problemas.

Necesitamos retomar la visión global que es edificar y construir; debemos de ver lo bueno que se lleva, los avances, los logros.

La confianza desaparece al perder fuerza y visión; el salmista decía:

“porque tú eres mi esperanza; oh Señor DIOS, tú eres mi confianza desde mi juventud.” (Sal 71:5)

Empezaron a poner su confianza en ellos, se les olvidó que quien edifica es Jehová. El salmista lo describe así: Si el Señor no edifica, en vano construyen los edificadores.

“Si el SEÑOR no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles. Si el SEÑOR no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes.” (Sal 127:1)

FIRMES Y CONSTANTES

Volvamos a retomar nuestra posición en la obra del Señor, retomemos el reto y fortalezcamos nuestra fe. El Señor está con nosotros, Él hace frustrar todo plan del enemigo.

De esto hablaba el apóstol Pablo, ser firmes y constantes; sin importar los obstáculos o las adversidades sigamos trabajando para la obra del Señor.

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NEHEMÍAS DESCUBRE EL PLAN DEL ENEMIGO

“Una vez que nuestros enemigos se dieron cuenta de que conocíamos sus intenciones y de que Dios había frustrado sus planes, todos regresamos a la muralla, cada uno a su trabajo.” (Neh 4:15)

La clave consiste en recordarle al enemigo que nuestro Señor Jesucristo frustró sus planes y lo venció en la cruz del Calvario. Ninguna arma forjada en contra nuestra prosperará.

La cruz reveló los planes del enemigo; es a través del sacrificio de Cristo que conocemos nuestra victoria, es por medio de Cristo que somos más que vencedores.

El Señor es fiel a su Palabra, Él pelea por nosotros, no es con espada ni con ejército, es con Su Santo Espíritu.

LOS TRABAJADORES DE LA VIÑA

Todo trabajo en Dios tiene su recompensa; el mismo apóstol Pablo se lo recordó a Timoteo diciendo:

“He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” (2Ti 4:7-8)

Nuestro Señor Jesucristo habló al respecto de la remuneración que los trabajadores de la viña recibieron, siendo recompensados todos por igual, no dependiendo de cuanto tiempo habían trabajado, Él pagó a todos sus trabajadores lo mismo.

“Pero él respondió y dijo a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No conviniste conmigo en un salario para el día? Toma lo que es tuyo y vete. Pero quiero darle a este último como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes envidia porque soy bueno?”. Así, los últimos serán primeros, y los primeros últimos *.” (Mat 20:13-16)

Sin duda alguna estamos viviendo las últimas horas de contratación, llegará la noche cuando nadie podrá trabajar dijo Jesús; afortunadamente aceptamos la propuesta de ir a trabajar a la viña. Somos afortunados de haber sido encontrados útiles y con oportunidad para trabajar.

Todas las personas, independientemente de cuando entraran al reino de Dios, le son igualmente valiosas a Dios. No importa cuándo llegue una persona a Cristo; le es igualmente amada.

LO IMPORTANTE ES LA ACTITUD

Lo más importante del trabajo es el espíritu con que se hace. Los siervos estaban divididos en dos clases. Los de la primera hora habían llegado a un acuerdo con el propietario, tenían un contrato; aceptaron recibir el pago de un denario por su día de trabajo.

Pero los que se incorporaron después, no se menciona ningún contrato; lo que querían era la posibilidad de trabajar, y dejaron todo lo referente al jornal al criterio del propietario.

“Y todo lo que hagan, háganlo de buen ánimo como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia. ¡A Cristo el Señor sirven!” (Col 3:23-24)

Tengamos siempre presente a quien servimos y de quien esperamos nuestra recompensa; Él Señor es fiel y justo remunerador. Todo trabajo que hacemos para Él nos acerca a nuestra corona de justicia.

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