El Señor Tu Sanador.

“Moisés hizo partir a Israel del mar Rojo, y salieron hacia el desierto de Shur; anduvieron tres días en el desierto y no encontraron agua.” (Exo 15:22, LBLA)

Cuando partieron del mar rojo todo el pueblo con júbilo y algarabía celebraban la victoria del Señor.

Todo era fiesta y celebración; regocijo y felicidad sería la forma más indicada para describir ese momento.

El verso 22 nos da a entender que Moisés hizo caminar al pueblo, lo que denota cierta dificultad en persuadir al pueblo a dejar aquel lugar victorioso y de cánticos de celebración.

Después de tres días en el desierto el pueblo de Israel no había encontrado agua.

Estando en esa condición llegan a cierto lugar de nombre Mara, un lugar de aguas, pero amargas.

Puede ser decepcionante que al salir de la esclavitud del mundo y del pecado lo primero que nos encontremos sean aguas amargas.

LAS EXPERIENCIAS AMARGAS DE LA VIDA.

Al pueblo lo primero que se le presentó después de la celebración fueron experiencias amargas.

Hay un contraste entre la celebración y las experiencias amargas, polos opuestos que posiblemente no los esperamos.

Posiblemente en el camino, buscando como saciar la sed, nos topemos que las aguas desafortunadamente sean amargas.

Parecería ilógico que quizá en la iglesia, lugar supuesto de aguas, encuentres experiencias amargas.

No es de pensar que en el matrimonio, lugar para tener aguas dulces, encontremos aguas amargas también.

Nunca nos imaginamos que en el seno familiar puedan ocurrir esas experiencias amargas.

Los amigos, hermanos de la congregación, líderes o servidores broten por cualquier circunstancia aguas amargas.

Otros sinónimos de amargura son, dolor, tristeza, aflicción, sufrimiento, quebrantos, lamento.

Las experiencias amargas lo único que provocan es quejarse de la situación. La queja se convierte en un lenguaje negativo, pesimista, desastroso, afanoso.

“Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados;” (Heb 12:15, LBLA)

Lo que contamina al hombre no es lo que entra, es lo que sale; la amargura causa dificultades entre más personas.

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Es un veneno que enferma a la persona y a todos los que la rodean.

“Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, por el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Sea quitada de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia, así como toda malicia.” (Efe 4:30-31, LBLA)

A su vez las quejas solamente producen estancamiento.

LAS AGUAS SE VOLVIERON DULCES.

“Entonces él clamó al SEÑOR, y el SEÑOR le mostró un árbol; y él lo echó en las aguas, y las aguas se volvieron dulces. Y Dios les dio allí un estatuto y una ordenanza, y allí los puso a prueba.” (Exo 15:25, LBLA)

El árbol representa la cruz del calvario y el sacrificio de Cristo, el cual es el único que puede transformar cualquier amargura en agua dulce.

De cualquier otra fuente que bebamos volveremos a tener sed, solamente Cristo puede calmar la sed.

“Y dijo: Si escuchas atentamente la voz del SEÑOR tu Dios, y haces lo que es recto ante sus ojos, y escuchas sus mandamientos, y guardas todos sus estatutos, no te enviaré ninguna de las enfermedades que envié sobre los egipcios; porque yo, el SEÑOR, soy tu sanador.” (Exo 15:26, LBLA)

Los decretos de Dios, la Palabra del Señor aparece cuando no hay amargura; mientras exista amargura de alma, no podremos escuchar la voz de Dios.


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