¿Qué es el poder de la resurrección?

Entendemos que por Su resurrección tenemos el acceso y la capacidad de portar el poder de Dios.

El acontecimiento más grande que jamás haya ocurrido en la historia es la resurrección de Jesucristo; sin esta verdad nuestra fe no tiene razón alguna.

Nuestra salvación depende totalmente de aquel que tomó nuestro lugar en la cruz y del poder de la resurrección.

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús. (Efe 2:4-7 NVI)

SEPARADOS DE DIOS

El apóstol Pablo nos empieza diciendo que nos encontrábamos en una condición de muerte espiritual en pecados y transgresiones; pero posteriormente dice que Dios, en Su amor y misericordia, nos ha dado nueva vida en Jesucristo.

Ciertamente estábamos muertos espiritualmente; separados de Dios y sin acceso a Su maravillosa presencia; todos fuimos transgresores a Su voluntad por lo tanto, destituidos de Su misma gloria.

Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, (Rom 3:23 RVR1977)

Jesucristo con su vida de obediencia y su muerte por amor, ofreció a Dios el único sacrificio que puede expiar el pecado verdaderamente. Lo que sucedió en la Cruz nos abre la puerta para que volvamos a estar en la debida relación con Dios, cosa que no pudo ni puede hacer ningún otro sacrificio.

MUERTOS AL PECADO

En la cruz murió también el pecado que nos condenaba eternamente, la condición ante Dios de culpables fue abolida en la cruz del Calvario; la deuda por nuestras transgresiones ha sido pagada completamente y para siempre. El documento que certificaba nuestra deuda fue clavado en esa cruz, como lo dice el apóstol Pablo a los Colosenses.

Cancelando el documento de deuda en contra nuestra, que consistía en ordenanzas, y que nos era adverso, quitándolo de en medio y clavándolo en la cruz, (Col 2:14 RVR1977)

Juntamente con Cristo la pobreza, escasez y miseria murieron en la cruz; la enfermedad, los rencores, el pasado oscuro y toda frustración dejaron de existir.

Él mismo se hizo pobre siendo rico por nosotros, para que podamos alcanzar una vida plena y disfrutar de Su inmensa misericordia.

Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros fueseis enriquecidos con su pobreza.(2Co 8:9 RVR1977)

SALVOS POR SU GRACIA

Fuimos salvos por lo que Jesús hizo en la cruz. Fue en la cruz que nuestros pecados fueron perdonados, donde la enfermedad fue derrotada, donde la pobreza fue erradicada. Pero así como Jesús no se quedó en la cruz, tampoco nosotros estamos supuestos a permanecer ahí.

La cruz es la demostración de Su amor mientras que la resurrección es la demostración de Su poder.

DIOS NOS RESUCITÓ

Si Jesús no resucitó de entre los muertos, nuestra fe sería en vano, todavía estaríamos en nuestros pecados, muertos espiritualmente y alejados de Dios. Más con su muerte nos ha dado vida y nos ha otorgado un lugar privilegiado con Él en las regiones celestiales.

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Por Su resurrección tenemos el acceso y la capacidad de ser portadores de Su poder. La resurrección de Jesús nos habilita. Ahora podemos sanar a los enfermos, expulsar demonios y reprender a toda fuerza demoníaca, incluso puede auto liberarse de cualquier opresión o influencia espiritual.

Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal. (Col 2:15 NVI)

AHORA SOMOS LIBRES.

Debemos despojarnos de toda falta de perdón, temores, cargas y envolvernos con el poder de la resurrección y tener una relación estrecha con Dios.

Todo cobra vida por el poder de la resurrección, esto debido a que Él venció a toda hueste, dominio y potestad, Jesús le arrebató la autoridad a la muerte. Debemos de actuar de la misma forma como sucedió con Lázaro, salió también de la tumba de muerte, Jesús lo llamó entre los muertos, pero aún con ataduras.

Esas “ataduras” son las que a diario debemos ir sometiendo, tenemos que romper a través del poder de Su resurrección todo aquello que retiene nuestro libre caminar en Cristo.

El muerto salió, con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario. —Quítenle las vendas y dejen que se vaya —les dijo Jesús. (Jn 11:44 NVI)

HEREDEROS DEL REINO DE DIOS.

Su resurrección testifica del derrocamiento del reino anterior, el reino de las tinieblas y nuestro traslado al reino de Su Hijo Jesucristo. Pablo insiste en que, tal como somos, no tenemos posibilidad de heredar el Reino de Dios.

Puede que estemos capacitados para enfrentarnos a la vida de este mundo, pero no lo estamos para la vida del mundo venidero. Puede que uno sea capaz de correr lo suficiente para coger el autobús; pero tendría que ser otra persona para participar en la olimpíada.

EL PODER DE LA RESURRECCIÓN TRANSFORMA.

Una persona tiene que cambiar para entrar en otro nivel de vida; Pablo insiste en que tenemos que experimentar una transformación radical para entrar en el Reino de Dios. La resurrección transforma este cuerpo corruptible en incorruptible, lo mortal de inmortalidad.

Les declaro, hermanos, que el cuerpo mortal no puede heredar el reino de Dios, ni lo corruptible puede heredar lo incorruptible. Fíjense bien en el misterio que les voy a revelar: No todos moriremos, pero todos seremos transformados, en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados. (1Co 15:50-52 NVI)

LA MUERTE HA SIDO DERROTADA.

La muerte física no es el final de nuestra historia, es el inicio de la vida en plenitud, ahora no esperamos la muerte con el temor de enfrentarnos a lo desconocido, enfrentamos el ciclo de la vida esperanzados en estar en unión con Cristo para siempre.

Dios no es ley, sino amor; Él no actúa en nosotros basado en leyes, sino por la gracia; vamos al encuentro no de un juez, sino de un Padre que está esperando que Sus hijos vuelvan a casa. Para eso nos dio Jesús la victoria sobre la muerte, echando todo temor con la grandeza de Su amor de Dios.


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