La Palabra de Dios contiene una gran cantidad de promesas para nosotros, en la Biblia encontramos escritas anticipadamente cada una de nuestras victorias. Solamente necesitamos meditar en ella de día y de noche.

Para tener prosperidad y una vida exitosa es necesario estudiar y meditar en la Palabra de Dios en todo tiempo. Esta fue la instrucción que Dios le dio a Josué.

“Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y tendrás éxito.”(Jos 1:8 BLA)

Todos los días nuestra mente es un campo de batalla. Un sin número de pensamientos son procesados en nuestra mente y corazón. Nuestra obligación es anular cada uno de los pensamientos que nos impiden conocer realmente a Dios.

Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo. (2Cor 10:4-5)

Medite En La Palabra De Dios

Mientras más meditemos en la Palabra de Dios, más fuertes seremos y más fácilmente obtendremos la victoria.

Nuestros pensamientos tienen que estar enfocados en las promesas escritas en la Biblia. En todo tiempo nuestra mente debe ser alimentada por ideas y pensamientos basados en las promesas de Dios.

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en la senda de los pecadores ni cultiva la amistad de los blasfemos, sino que en la ley del Señor se deleita, y día y noche medita en ella. Es como el árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera! (Sal 1:1-3)

El salmista dejó bien claro que meditar en la Palabra de Dios da resultado. Al estudiar quién es Dios y lo que nos está diciendo, creceremos. Si leemos acerca de Dios y permitimos que nuestra mente se enfoque en Su amor y Su poder, esto será lo que operará en nosotros.

Debemos cuidar lo que pensamos, mientras más pensemos en buenas cosas, mejor parecerá la vida; mientras más meditemos en Jesucristo y los principios que Él enseñó, más fuertes creceremos. Al crecer, ganamos las batallas en nuestra mente.

Lo Que Contamina al Hombre

Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. (Mat 15:18-19)

Todo lo que sale de nuestra boca proviene del corazón. Es en el corazón del hombre donde se gestan los malos pensamientos y todo lo que contamina al hombre.

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Nuestro corazón debe atesorar la Palabra de Dios. Si meditamos en todo tiempo en ella, nuestro corazón tendrá un depósito lleno y disponible para vencer todo engaño del enemigo.

El objetivo es tener un corazón lleno de la presencia de Dios, ya que es el centro que gobierna todas nuestras emociones y sentimientos que posteriormente se transforman en acciones.

Escrita Está Nuestra Victoria

Jesús resistió a la tentación diabólica del desierto argumentando todo basado en las escrituras, siempre contestó con un ESCRITO ESTÁ.

“Entonces Jesús le dijo*: ¡Vete, Satanás! Porque escrito está: “AL SEÑOR TU DIOS ADORARAS, Y SOLO A EL SERVIRAS.” (Mat 4:10)

Jesús fue capaz de resistir todas las tentaciones de Satanás porque no solamente conocía las Escrituras, sino que las obedecía. Saber versículos bíblicos es importante para resistir los ataques de Satanás, pero lo más importante es obedecerlos.

Cada vez que leamos la Palabra de Dios debemos apropiarnos de sus promesas. Escrita está nuestra victoria. No olvidemos que Su Palabra es vida para nosotros.

No dejemos de leer la Palabra de Dios y meditar en ella todo el tiempo. Atesoremos en nuestro corazón los dichos del Señor. Pongamos en práctica la Palabra que llega a nuestra vida.

Al hacer esto, seremos como la casa que fue edificada sobre la roca, resistió las fuertes olas que la golpeaban con gran fuerza.

Se parece a un hombre que, al construir una casa, cavó bien hondo y puso el cimiento sobre la roca. De manera que cuando vino una inundación, el torrente azotó aquella casa, pero no pudo ni siquiera hacerla tambalear porque estaba bien construida. (Luc 6:48 NVI)

Ninguna corriente que azote en contra de nuestra vida podrá hacernos tambalear. Hemos sido edificados en Cristo, sobre la roca firme.

La obediencia a Dios se compara con la construcción de una casa de sólido fundamento que permanecerá firme en medio de las tormentas.


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