Recobrando La Identidad

La identidad es un conjunto de características que son propias de una persona y permiten diferenciarla. También puede describirse como circunstancia de ser efectivamente lo que una persona dice ser.

Conjunto de caracteres o circunstancias que hacen que alguien o algo sea reconocido, sin posibilidad de confusión con otro.

Durante muchos años, cada mañana, muchos judíos devotos han dicho la siguiente oración, o una similar a esta:

“Bendito seas Dios del universo, que no me hiciste gentil, ni esclavo, ni mujer.”

El apóstol Pablo pudo haber estado familiarizado con las “bendiciones de identidad” judías y eligió usar las mismas tres categorías de humanidad, en el mismo orden, para resaltar que esas distinciones eran irrelevantes si estamos en Cristo.

Cualquiera sea nuestro género y cualquiera sea nuestra raza, todos nosotros somos hijos de Dios y por la fe  descendientes de Abraham, como lo dice Pablo a los gálatas.

Esta es nuestra verdadera identidad y por lo tanto, esta verdad debería estructurar nuestra visión del mundo.

“Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y, ahora que pertenecen a Cristo, son verdaderos hijos de Abraham. Son sus herederos, y la promesa de Dios a Abraham les pertenece a ustedes.” (Gal 3:28-29)

Nuestra Verdadera Identidad

Nosotros tenemos la identidad de hijos Dios. Pero para saber quienes somos primero debemos saber quién es Dios.

El propósito de Dios es revelar que Él no es solamente una fuerza trascendente en algún lugar del universo, sino más bien un Padre celestial amoroso y personal que está profundamente interesado en los detalles de nuestra vida.

El privilegio de conocer a Dios como Padre implica más que conocerlo como una persona o un espíritu; va más allá de la simple familiaridad de Su gracia, amor y bondad incomparables, e incluso supera el conocerlo en Su santidad, equidad y justicia.

¡Qué maravilloso es que nosotros, simples criaturas, podemos conocerlo personalmente como nuestro mismísimo padre celestial!

Una Relación Estrecha

Él desea tener una íntima relación con nosotros. La Biblia nos dice que nos dirijamos a Él como “Padre”, no sólo como “Dios”, “Rey soberano”, “Santo” o “Juez”.

Aunque debemos conocerlo en todos los aspectos, el Señor quiere que nos acercarnos a Él de manera transparente en todo, incluyendo nuestras necesidades, debilidades y fracasos.

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Nuestro Padre celestial suple todas nuestras necesidades. La Biblia nos asegura que nuestro Padre conoce todas nuestras necesidades, aun antes de que le pidamos, y que Él las suplirá “conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Mateo 6:8; Filipenses 4:19).

Sus recursos son ilimitados, y podemos tener la seguridad de que ninguna de nuestras necesidades dejará de ser satisfecha.

El Enemigo Roba Nuestra Identidad

El enemigo, el ladrón, vino a robar, matar y a destruir; para destruirnos, roba nuestra identidad de manera que no sepamos quién es Dios y quienes somos nosotros.

Todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios. (Rom 3:23)

El hombre a causa del pecado fue separado de Dios, destituido de Su gloria y alejado de la presencia de Dios.

La Identidad De Jesús

Las condiciones en las que Jesús se desarrolló no fueron nada favorables:

Cuando María “resultó embarazada”, todavía no estaba casada con José, por lo que los fariseos seguramente murmuraban en contra de Él.

Nació en Belén un lugar pequeño, en un pesebre. Creció en Nazaret, de donde se decía: “¿saldrá algo bueno de Nazareth?” Los escribas y líderes religiosos le decían que tenía demonios.

Pero todas esas condiciones contrarias no afectaron la identidad de Jesús.

Jesús sabiendo y teniendo la certeza de su identidad como hijo de Dios, fue llevado al desierto en donde pudo enfrentar al enemigo y vencerlo, el diablo en todo tiempo quiso poner en duda su identidad.

El diablo querrá detener nuestro propósito en la vida e intentar robar nuestro bendecido destino destruyendo nuestra identidad como hijos de Dios.

Jesús es el camino a nuestro Padre, por medio de Él podemos acercarnos nuevamente a Dios y recuperar nuestra verdadera identidad.

“Jesús pagó por nosotros en la cruz del Calvario el precio de recuperar nuestra identidad.”

Por lo tanto, vivamos con la seguridad y convicción de que somos hijos de Dios, un padre amoroso y misericordioso que sabe dar cosas buenas a sus hijos.

Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!

 


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