La Biblia nos dice que poder de vida y de muerte están en nuestra lengua, por tal razón debemos siempre hablar palabras de vida y no de muerte.

Todo lo que decimos puede traer buenas y malas consecuencias.

La lengua tiene poder transformador para bien o para mal. Aquellos que aman usarla han de estar preparados para recibir las consecuencias.

“Y una mujer que había tenido flujo de sangre por doce años, y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno, sino que al contrario, había empeorado; cuando oyó hablar de Jesús, se llegó a Él por detrás entre la multitud y tocó su manto. Porque decía: Si tan sólo toco sus ropas, sanaré.” (Mar 5:25-28)

La mujer de este pasaje estaba padeciendo de una terrible enfermedad, sufría mucho, gastó todo su dinero tratando de sanar y en lugar de mejorar empeoraba.

Durante doce años había estado enferma, pero un día escuchó a alguien hablar de Jesús.

Palabras De Vida.

Lo que esta mujer oyó de Jesús provocó que ella lo buscara. Cuando escuchó lo que podía hacer Jesús se desafío a buscar su milagro.

Lo que una persona pueda estar hablando de Jesús provoca que otros lo busquen o se alejen de Él.

¿Qué estamos hablando a las personas? Debemos examinar lo que le estamos enseñando, tenemos que ver si las personas están siendo movidas a buscar a Jesús.

¿Qué están escuchando de nuestra boca, nuestros hijos, familiares y amigos?

Lo que hablamos a las personas puede acercarlos a Jesús como también alejarlos, incluso a los hermanos de la congregación.

Como lo dice el apóstol Pablo en su carta a Timoteo.

El Espíritu Santo ha dicho claramente que, en los últimos tiempos, algunas personas dejarán de confiar en Dios. Serán engañadas por espíritus mentirosos y obedecerán enseñanzas de demonios.

Las Palabras Cambian Ambientes.

Fue tan impactante lo que ella escuchó que provocó que hiciera cosas que tenía “prohibido” hacer. El ambiente de sufrimiento y dolor se cambió al escuchar hablar de Jesús.

Ella volvió a tener esperanza, se lleno de convicción; las palabras provocaron que ella volviera a pensar en una solución.

El evangelio de Marcos nos dice que ella pensó que si tocaba el borde del manto sanaría.

La atmósfera espiritual de esta mujer se transformó, se lleno de fe.

La persona que le habló de Jesús infundió en ella:

Fe, Confianza, Seguridad, Convicción, La Desafió a creer en un milagro.

FELIPE LLEVÓ A NATANAEL A JESÚS.

“Felipe buscó a Natanael y le dijo: —Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, el hijo de José, aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas. —¡De Nazaret! —replicó Natanael—. ¿Acaso de allí puede salir algo bueno? —Ven a ver —le contestó Felipe.” (Jn 1:45-46, NVI)

Natanael creía que no podía salir nada bueno de Nazaret.

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Él tenía en su mente la idea definida de Nazaret. Mucha gente tiene ideas equivocadas o desconocidas de algo; necesitan de alguien para que puedan ver.

Las personas que escuchan que Jesús sana, libera, restaura, transforma, prospera; provocan que otros empiecen a ver de manera diferente.

Cambie el ambiente y la atmósfera de las personas.

La atmósfera es la capa de gases que rodean a un cuerpo celeste, como la Tierra, y que son atraídos hacia este por la fuerza de gravedad; ellos protegen de la radiación solar ultravioleta, controlan la temperatura y evitan el ingreso de meteoritos y toda clase de basura espacial.

En lo natural, la atmósfera de nuestro sistema terrestre nos protege de varias situaciones y cuerpos externos. Nos propicia el oxígeno adecuado y el entorno perfecto para vivir.

En lo espiritual sucede lo mismo, si logramos cambiar nuestros ambientes estaremos protegidos de “entidades” externas que pueden afectar nuestro interior.

“Y dieron un mal informe a los hijos de Israel de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por la que hemos ido para reconocerla es una tierra que devora a sus habitantes, y toda la gente que vimos en ella son hombres de gran estatura.” (Num 13:32, LBLA)

Los hombres que fueron a reconocer la tierra prometida dieron un informe negativo, pesimista y poco alentador.

Esto provocó que el pueblo se desanimara y pensara en volver a la tierra de esclavitud.

El consejo del apóstol Pablo es que de nuestra boca salgan palabras buenas para edificación.

Nuestra palabras deben construir y provocar desarrollo.

“No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan.” (Efe 4:29, LBLA)

Pidamos a Dios que de nuestros labios broten palabras de vida, para eso debemos de guardar nuestro corazón, cuidar lo que sale dentro del corazón. Lo que sale de nuestra boca es lo que abunda en nuestro corazón.

“Y si alguno cree que adora a Dios pero no refrena su lengua, sino que su corazón lo engaña, la adoración del tal es vana,” (Stg 1:26, PSH2015)


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